martes, 11 de enero de 2011

La expresión del Gran Mal


Prólogo (aunque en la edición aparezca al final del cómic) que con este título publiqué para la edición integral de Epiléptico de David B editado por la Editorial Sinsentido en Abril del 2009. Este volumen recopila los seis álbums publicados originalmente entre los años 1996 y 2003 de la que es para mí una de las obras capitales del noveno arte. Tras el salto las páginas originales y el texto.



LA EXPRESIÓN DEL GRAN MAL

Esta edición integral reúne los seis álbumes de La ascensión del gran mal que la editorial francesa L’Association editó entre 1996 y 2003. Estamos ante una de las series de corte autobiográfico más fascinantes y brillantes del cómic francés de este cambio de siglo y milenio. Tanto es así que su influencia en autores de generaciones posteriores se ha dejado sentir ya. Siendo Persépolis, obra de la historietista de origen iraní Marjane Satrapi, el caso más célebre.

Epiléptico. La ascensión del gran mal es un cómic que trata, fundamentalmente, sobre la afección cerebral crónica de la epilepsia, pero decir sólo esto como resumen argumental resulta demasiado pobre e incompleto. El francés antiguo revela la concepción de la epilepsia como un misterio, como la mayoría de las enfermedades mentales, y se la denominaba haut mal. Quedaba, por tanto, más cercana a la brujería y la magia que a conceptos como la medicina o a la salud mental. En muchos aspectos, como David B documenta, este estatuto no cambió demasiado hasta hace un cuarto de siglo, aproximadamente. Una definición más abarcadora lo describiría como una crónica subjetiva de la evolución imparable de la enfermedad y cómo ésta va dominando, más bien tiranizando, todos los ámbitos de la existencia de los protagonistas. El narrador es el propio historietista y, por tanto, todos los acontecimientos se nos ofrecen a los lectores desde un ángulo asumidamente subjetivo.

La infancia, la adolescencia y la primera madurez de Pierre-François Beauchard (Nîmes, 1959), que firma como David B, entre 1964 y 1995, fue peculiar y pródiga en situaciones y vivencias memorables. Convivir con un hermano aquejado de epilepsia durante una época en que todavía dicha enfermedad despertaba un eco social más parecido al que ostentan los maleficios que al de las enfermedades neurológicas actuales, fue rotundamente perturbador. Esta enfermedad vivida en tercera persona lo marcó de por vida. Aún reconociendo la calidad de la sustancia biográfica del cómic, el mérito principal de Epiléptico descansa en la forma que David B le otorga a dicho material biográfico; es decir, en la elaboración narrativa y gráfica de dicha vivencia. Pero, superior a su valor testimonial, como testimonio de primera mano como hermano de un enfermo neurológico, es su valor artístico. En resumen, el qué cuenta David B es valioso y tiene peso propio, el cómo lo cuenta es lo que hace que el qué cuenta multiplique aun más su valor; hasta convertirse en un título capital de eso que venimos denominando novela gráfica.

Es posible penetrar en Epiléptico desde diferentes ángulos y efectuar distintas lecturas, pero sin olvidar que todas ellas son las distintas caras de un cuerpo geométrico que cobra sentido al armarse y no al contemplar aisladamente una de sus caras. La obra otorga licencia para dichas interpretaciones al no presentar una estructura férrea, sino al articularse a partir de un flujo de recuerdos y emociones ordenadas en el tiempo. Citemos algunas de las lecturas más relevantes:

Una lectura sociológica centrada en el rechazo al otro, al que es diferente, al que no es como yo, al que es musulmán, extranjero, epiléptico, judío, homosexual, o comunista. A aquel otro al que nos cuesta un esfuerzo comprender y acercarnos; y ante el cual actuamos de manera reactiva, esto es, rechazándolo.

Una lectura terapéutica que sigue los meandros de la larga y desesperada búsqueda de una terapia efectiva contra un mal extraño y que entonces moraba en el extrarradio de la ciencia médica. Un recorrido, el de la familia Beauchard, que podemos comparar con la búsqueda del Santo Grial, y que se realiza entre brumas. Algunas de sus estaciones son: la macrobiótica, la neurocirugía, la antipsiquiatría, la videncia, el espiritismo, la antroposofía, el vudú, los exorcistas, los charlatanes, el magnetismo, los gurús, las terapias alternativas, la musicoterapia, etc. A nadie se le escapará que los resultados de dicha peregrinación son completamente nulos; aunque alternen fases pasajeras de felicidad o de mejora con otros periodos más largos en los que no hay avance alguno en la lucha contra la epilepsia. La desesperación y la imperiosa necesidad de encontrar una solución les hace agarrarse a un clavo ardiendo en más de una ocasión. La promesa de curación funciona como motor de búsqueda de los Beauchard aunque su brillo vaya apagándose cada vez más a medida que avanza el relato y, con él, la epilepsia como destino fatal.

Una lectura filosófica centrada en la búsqueda de una verdad. La familia Beauchard no puede dejar de llevar a cabo dicha investigación, a pesar de exceder las capacidades de todos ellos. No hay nada que reprocharles y sí mucho por lo que compadecerles. Tanta es la desesperación y la angustia que los atenaza que se echan en brazos de cualquiera que les prometa un poco de luz, que finalmente se revelará como falsa o episódica. Leemos: Podríamos visitar a todos los curanderos de la Tierra, pero ninguno sería capaz de hacer nada por él. Nos han mentido; nadie pudo hacer algo por él. Ahora los sabemos. Pero, aún así, seguimos intentándolo. No pararemos hasta agotar la última posibilidad.

Una lectura nietzscheana de construcción de un yo fuerte, de un yo guerrero en el caso de David B, que se pueda enfrentar a una intemperie dura y hostil; marcada primordialmente por la epilepsia del hermano. David B lucha por lograr su propio lugar al sol y lo hace armado con un lápiz y la firme determinación de convertirse en historietista. Puede considerarse que la salvación, si cabe hablar en estos términos, le llega a David gracias al dibujo, ya que a través de él puede dar salida a la rabia interior que acumula y conjurar la posibilidad de ser afectado en primera persona por la epilepsia.

Una lectura fraternal que tiene su apoteosis en el epílogo final, en forma de sueño. David B asume que por mucho dolor que haya aportado a su vida la relación con Jean Christophe, su hermano epiléptico, ésta forma también parte de sí mismo. De tal manera que no la puede amputar sin desprenderse de una parte muy íntima de su yo.

Una lectura bélica, en la que se repasan buena parte de las guerras, batallas y conflictos en los que se ha visto envuelta Francia. David B tiene una fascinación total por toda la parafernalia guerrera de todas las épocas y países. Una afición que podría entenderse como un subconjunto de una fascinación mayor: la Historia. Visto así no es de extrañar que David B junte guerras e Historia ya que las primeras son la sabia más abundante y determinante que corre por las venas de la segunda. Cabe señalar que esta fijación por la guerra como escenario y momento significativo se plasma sin ocultar las grandes dosis de horror que contiene. Esta obsesión por la guerra como momento privilegiado puede interpretarse como la expresión metafórica de la rabia interior del autor.

Una lectura mitológica, esotérica, y simbólica. David B vuelca en sus dibujos su atracción por dioses de diferentes culturas, animales mitológicos, y seres fantásticos de todo tipo. Componiendo así una especie de cuadros con abigarrados paisajes humanos y mitológicos. De hecho, el David B-personaje se desnuda emocionalmente cuando penetra en el bosque y allí se reune con fantasmas y seres extraordinarios. Es en el transcurso de dichas conversaciones cuando aflora su verdad personal más pura y menos disfrazada por las convenciones sociales.

Hay más lecturas posibles, además de las que pueda aportar cada lector, que quedan aquí sólo apuntadas debido a la falta de espacio. Una lectura genealógica de los antepasados de la familia Beauchard a lo largo del siglo XX. Una lectura onírica que se centre en los sueños recreados en viñetas. Una lectura como relato de formación. Y por último, una lectura, llamémosla, familiar que destaque la complicada tarea de cuidar a un enfermo mental por parte de sus seres más próximos.

El dibujo de David B destaca por varios motivos. El primero es su gran capacidad para colmar la viñeta de dibujos pero, al tiempo, hacerlo de una manera equilibrada. Sus dibujos están abarrotados y parecen caóticos pero basta con reposar la mirada para descubrir el orden reticular interno que contienen. Sus dibujos pueden contemplarse como un terreno de batalla en el que se enfrentan caos y orden en una lucha sin cuartel. El segundo es su maestría en la composición y a la hora de repartir las masas de negro; virtud que parece inspirada en la relación que existe entre el ying y el yang de la filosofía oriental. El tercero es su peculiar, rico y variado imaginario gráfico. El último es su portentosa capacidad, aquí el superlativo es especialmente oportuno, para representar visualmente conceptos abstractos como la enfermedad, el miedo, desamparo, etc. David B tiene un gran talento para el dibujo y para representar y explicar el mundo a través de él. El término narrar con imágenes tiene en esta novela gráfica una de sus encarnaciones más majestuosas.


  Quim Pérez



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